Durante el verano de 1988, coincidiendo con nuestra estancia en
Valladolid visitando a la familia, tuvimos ocasión de presenciar un
acontecimiento nada habitual para la ciudad y su aeropuerto: la llegada
del Concorde a Villanubla.
El 2 de julio de 1988, doscientos
socios y trabajadores de la cooperativa vallisoletana ACOR(Acrónimo de
La Sociedad Cooperativa General Agropecuaria de Castilla y León,
dedicada a la producción de azúcar, aceites alimentarios y productos
para la alimentación animal), embarcaron en el Concorde en dos turnos,
cien por la mañana y cien por la tarde, para iniciar una estancia de
once días. Su destino no era Nueva York, sino la isla de Gran Canaria. A
su llegada, otros doscientos cooperativistas que terminaban sus
vacaciones tomaron el mismo “pájaro blanco”, también en dos turnos,
rumbo de vuelta a Valladolid.
Aunque el primer vuelo desde
Valladolid partió la mañana del día 2, el Concorde había aterrizado la
tarde anterior. Yo, junto a mi familia y varios centenares de personas,
nos acercamos desde primeras horas para contemplar de cerca aquel
moderno aparato, que por primera vez tomaba tierra en Villanubla, y por
quinta vez en España, desatando una enorme expectación en la ciudad.
El 5 de julio, el diario local El Norte de Castilla abría su portada con el titular: “ACOR pasa la barrera del sonido”. En la información se destacaba como los socios habían volado hacia Canarias “a dos veces la velocidad del sonido” para disfrutar de “las técnicas aeronáuticas más avanzadas del momento”. La cooperativa destinó a la operación alrededor de treinta millones de pesetas de la época.
Lo que mejor recuerdo
de aquel día es el ambiente festivo en el aeropuerto, con tanta prensa
que parecía que fueran a viajar el Príncipe o el Rey. El avión
impresionaba: muy elegante, estrecho y alargado. Uno de los
cooperativistas nos contó después que el trayecto fue rapidísimo, en
hora y media estaban en Canarias, y que, aunque apenas les dio tiempo a
asimilarlo, el ruido de los motores resultó inolvidable. Desde nuestra
posición, lo más impactante fue el despegue: parecía necesitar más
pista, pero se elevó utilizando solo un tramo relativamente corto.
Años
más tarde, el 14 de junio de 2003, el Concorde despegó por última vez
del aeropuerto de Roissy (París) rumbo a Le Bourget. Antes de aterrizar,
realizó un bucle sobre el Atlántico. Aquel aparato, el “Sierra Delta”,
incorporado a la flota el 9 de mayo de 1980, acumuló el mayor número de
récords: velocidad comercial alrededor del mundo hacia el oeste (octubre
de 1992) y en sentido inverso (agosto de 1995), además de once vueltas
al planeta, 12.974 horas de vuelo y 5.136 operaciones. Hoy descansa en
el Hall Concorde del Museo del Aire y el Espacio de Le Bourget, junto al
primer prototipo.
A la lista de ilustres pasajeros, como
Margaret Thatcher, la reina de Inglaterra o el papa Juan Pablo II, se
sumaron, el 1 de julio de 1988, cuatrocientos castellanos y leoneses que
vivieron de primera mano la experiencia de volar en el mítico Concorde.

