Tal era el aprecio que los ciudadanos tenían por este icónico bar que incluso se llegó a promover una petición popular al Ayuntamiento con recogida de firmas, para solicitar su declaración como Bien de Interés Cultural y protegerlo por ley. El dueño del edificio, incluyó el nombre "Penicilino" en el registro de patentes con el fin de blindar el establecimiento, y que no se derribara.
Aunque el bar tuvo casi siglo y medio de historia, su salto a la fama llegó en los años cuarenta, cuando comenzó a despacharse su famoso vino dulce de 18 grados, al que un estudiante de medicina bautizó como "penicilino" en alusión a la penicilina, que por entonces había revolucionado el mundo de la medicina. Esta bebida única se sirvió hasta el último día del bar que, solía acompañarse con las tradicionales "zapatillas", unos mantecados de Portillo conocidos así por su color blanco, que recordaba a las alpargatas de los obreros de la época. Unos grifos en la pared permitian fluir el famoso 'peni', un vino dulce que se servía en un pequeño vaso de cristal.
El interior del Penicilino, en forma de U, estaba dominado por una gran barra de madera, junto con estanterías y suelos del mismo material. La terraza ocupaba una parte de la plaza de La Libertad, convirtiéndose en un oasis de convivencia donde, pese al frío invierno vallisoletano, los clientes se arremolinaban para compartir tertulias y risas. Era un lugar donde todo el mundo se sentía bienvenido, independientemente de su edad, condición social o afiliación política, y era común que los clientes de diferentes generaciones compartieran anécdotas y bromas en un ambiente libre y festivo.
A finales de los años 60, este bar se había convertido en un lugar de reunión tradicional y único en Valladolid. Para muchos como yo, era una parada obligada los domingos por la mañana. Solía visitarlo con mis amigos después de pasar por la plaza de Cantarranillas tras intercambiar mis sellos en el mercado del coleccionismo, el ambiente acogedor de El Penicilino y su ya famosa "penicilina" eran el broche perfecto para cerrar la mañana. Este establecimiento se caracterizaba por ofrecer precios asequibles, lo que lo hacía accesible para una amplia clientela. Dado que la bebida era un vino dulce similar al moscatel y la "zapatilla" un mantecado típico de Portillo, es probable que el coste de ambos juntos fuera modesto, acorde con la economía de la época y la filosofía del bar de brindar productos tradicionales a precios populares. En 2005, el vino y una zapatilla, todo por un Euro.
Finalmente el edificio fue demolido en 2021
Anécdota : Aquellas mañanas de domingo en El Penicilino eran memorables, especialmente en una en la que acompañado de algunos amigos y Marisa, que por entonces era mi novia, Después de haber recorrido otros locales de tapas, donde abundaron las cervezas y el vino, decidimos cerrar el recorrido con una "penicilina" y una "zapatilla". Marisa, que no estaba acostumbrada a beber, terminó algo más animada de lo habitual. Al sentarse en la parte trasera de mi Seat 600 beige (matrícula SA-26575), perdió el equilibrio y se sento en el suelo del coche, entre carcajadas. Durante el trayecto de regreso a casa de sus padres, se mostró más parlanchina de lo habitual, y la llegada fue todo un espectáculo: apenas abrir la puerta, corrió a los brazos de su madre exclamando "¡Ay, madre!" y su madre ¡Hija!, para luego dirigirse a la cama, donde la habitación la pareció girar a mayor velocidad de lo acostumbrado.